“Se dice de Dios: Los nombres no te nombran. Eso es igualmente justo para Mí; ningún concepto me expresa, nada de lo que se considera como mi esencia me agota, no son más que nombres. De Dios se dice, además, que es perfecto, y que no tiene ninguna vocación, que no tiene que tender hacia la perfección. También esto es cierto para Mí. Yo soy el propietario de mi poder, y lo soy cuando me sé Único. En el Único, el poseedor vuelve a la nada creadora de la que ha salido. Todo ser superior a Mí, sea Dios o sea el Hombre, se debilita ante el sentimiento de mi unicidad, y palidece al sol de esa conciencia. Si yo baso mi causa en Mí, el Único, mi causa reposa sobre su creador efímero y perecedero que se consume a sí mismo, y Yo puedo decir: Yo he basado mi causa en Nada.” (Max Stirner)
En el año 1844 en la ciudad de Leipzig, Johann Kaspar Schmidt, conocido por sus escritos como Max Stirner, un profesor secundario estudiante de filosofía, filología y religión, publica “El único y su propiedad”, texto fundamental de su pensamiento, en el que cuestiona los valores sagrados con que nos educan y la obediencia a la que estamos acostumbrados a someternos dentro y fuera de los sistemas educativos. El libro es inmediatamente censurado y Stirner nunca volvió a poder enseñarle nada a ningún menor de edad en una institución. Más tarde el Ministerio del Interior levantaría la censura por considerarlo un texto “demasiado absurdo para ser peligroso”, aunque el autor no volvió a encontrar editor que se atreviera a publicar sus siguientes investigaciones. Hoy día este material sigue al margen del currículo oficial de escuelas y universidades.
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